Todos sabemos que el show bussines es una gran mentira... Porque lo sabemos, ¿verdad? O al menos, deberíamos ser conscientes de ello. He de admitir que soy un gran consumidor de televisión. Me encanta consumir televisión. Pero sé que me están mintiendo todo el tiempo. Lo primero que quiero señalar, aunque obvio, es que debemos aprender a diferenciar a los personajes ficticios de los actores que les interpretan. Aún queda gente que sigue creyendo que los personajes que salen en las series o películas son reales. ¿Cuántos actores habré visto contando que han sido regañados o incluso agredidos por la calle como consecuencia de los actos que el guión les marca? Raquel Meroño, ex actriz de "Al Salir de Clase", contó una vez que una chica se le acercó y le preguntó: "¿Eres Paloma?". Raquel respondió: "Bueno, me llamo Raquel, pero sí, en la serie soy Paloma". La chica, ni corta ni perezosa y tras un "Pues que sepas que te odio", propinó un fuerte bofetón a la actriz. Pero como decía, eso es bastante evidente. Los actores son actores, y es preocupante que el público los confunda. Lo que no me gusta es que nos engañen como a bobos. A ver... ¿Sabéis ese programa de juicios que emite cierta cadena cuyo nombre se sitúa entre el cuatro y el seis? Sí, esa cadena. Pues en dicho programa, nadie es auténtico (a ver, sí, son personas reales. Me refiero a que ninguna se llama como dice llamarse, y ninguna está contando sus problemas reales, sino los que les marca un guión). Y nos lo venden como un programa real. Así es. Y unos trescientos eurillos al bolsillito (olé por esos actores, que ya que trabajan, que cobren... Lo malo no es so, sino que la cadena en cuestión engañe al público). Similar es lo que ocurre en cierto diario de otra "cadena triste".
Otra situación que, en este caso, me produce carcajadas, es la del público que vemos en los platós. En la mayoría de los casos, mentira todo. No son agradables señoras que viajan a ver a su presentador favorito, ni nada por el estilo. Son personas que llaman a "la Mari" (en su día era el contacto que tenía yo, "la Mari"), y ésta les apunta en una lista y les cita en un punto de Madrid. Allí, se cogen un autobús que les lleva al plató. Antes de comenzar el programa, se les da un bocadillo y un refresco. Al terminar, veinte eurillos (aunque creo que han bajado el caché). Y ya ni hablemos de la puerta de la casa de cierto reallity show, en la que los fans de los concursantes se agolpan para saludar a sus ídolos cuando estos son expulsados. Ninguno de los allí presentes son fans. Es similar a lo anterior. Bocadillo y Coca-Cola (caducada, hay que decirlo). Y al terminar los quince minutos que te tienen allí aplaudiendo, vuelta al autobús y veinte euros a la saca. (Y sí, reconozco que he vivido esa situación, que veinte eurillos nunca vienen mal). Del mismo modo, he estado en estrenos de películas fingiendo pedir autógrafos a actores y actores, por el mismo motivo. Sí. Lo admito. ¿Sigo? ¿O estáis cansados? Sigo un poquito... Hablemos de cierto concurso de variedades de una cadena bastante nueva situada entre la triste y la primera que mencioné. Los concursantes no elegían sus coreografías, ni vestuarios, y ni siquiera el tema que iban a interpretar. No. Les obligaban a hacer lo que se les ocurría en producción y dirección, y después los pobres concursantes debían aguantar cómo los miembros del jurado les criticaban duramente ante toda España por esas cosas que les habían obligado a hacer. Y esto por no hablar de las entrevistas que concedían para los vídeos previos a la actuación. Sí, esas emotivas entrevistas en que vemos a los concursantes hablar de sus ilusiones y sentimientos: escritas por los guionistas del programa y dichas textualmente por obligación. ¿Por qué los concursantes se prestan a esto? Porque tras ser engatusados han firmado un contrato con una sanción millonaria. Esa es la razón.
Y paro ya, porque no acabaríamos nunca. En conclusión y centrándome en la televisión: ¿es realmente eso lo que quiere el público? ¿No sería más bonito tener una televisión real y auténtica? Estoy seguro de hay historias reales y gente real que para los programas que nos venden como reales resultarían de lo más interesante.
Otra situación que, en este caso, me produce carcajadas, es la del público que vemos en los platós. En la mayoría de los casos, mentira todo. No son agradables señoras que viajan a ver a su presentador favorito, ni nada por el estilo. Son personas que llaman a "la Mari" (en su día era el contacto que tenía yo, "la Mari"), y ésta les apunta en una lista y les cita en un punto de Madrid. Allí, se cogen un autobús que les lleva al plató. Antes de comenzar el programa, se les da un bocadillo y un refresco. Al terminar, veinte eurillos (aunque creo que han bajado el caché). Y ya ni hablemos de la puerta de la casa de cierto reallity show, en la que los fans de los concursantes se agolpan para saludar a sus ídolos cuando estos son expulsados. Ninguno de los allí presentes son fans. Es similar a lo anterior. Bocadillo y Coca-Cola (caducada, hay que decirlo). Y al terminar los quince minutos que te tienen allí aplaudiendo, vuelta al autobús y veinte euros a la saca. (Y sí, reconozco que he vivido esa situación, que veinte eurillos nunca vienen mal). Del mismo modo, he estado en estrenos de películas fingiendo pedir autógrafos a actores y actores, por el mismo motivo. Sí. Lo admito. ¿Sigo? ¿O estáis cansados? Sigo un poquito... Hablemos de cierto concurso de variedades de una cadena bastante nueva situada entre la triste y la primera que mencioné. Los concursantes no elegían sus coreografías, ni vestuarios, y ni siquiera el tema que iban a interpretar. No. Les obligaban a hacer lo que se les ocurría en producción y dirección, y después los pobres concursantes debían aguantar cómo los miembros del jurado les criticaban duramente ante toda España por esas cosas que les habían obligado a hacer. Y esto por no hablar de las entrevistas que concedían para los vídeos previos a la actuación. Sí, esas emotivas entrevistas en que vemos a los concursantes hablar de sus ilusiones y sentimientos: escritas por los guionistas del programa y dichas textualmente por obligación. ¿Por qué los concursantes se prestan a esto? Porque tras ser engatusados han firmado un contrato con una sanción millonaria. Esa es la razón.
Y paro ya, porque no acabaríamos nunca. En conclusión y centrándome en la televisión: ¿es realmente eso lo que quiere el público? ¿No sería más bonito tener una televisión real y auténtica? Estoy seguro de hay historias reales y gente real que para los programas que nos venden como reales resultarían de lo más interesante.
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